CARLA GIRALDO HABLA DE MALTRATO EN SU VIDA: ‘PREFIERO MI LIBERTAD ANTES QUE ANDAR AMARRADA’

ENtrevista Revista Bocas

Carla Giraldo habla de maltrato en su vida: ‘Prefiero mi libertad antes que andar amarrada’

La actriz, empresaria y presentadora repasó los momentos que la marcaron, habló de su mamá, su carrera y mucho más en BOCAS.

DAVID ALEJANDRO LÓPEZ BERMÚDEZ

Es parte de la televisión colombiana desde que era una niña. Se ha reinventado una y otra vez, ha sobrevivido al matoneo, al maltrato físico, a los escándalos, a las redes, a las cirugías y a los fracasos. “El país me vio crecer, embarrarla, sufrir, llorar, levantarme, con novia, novio, esposo, hijos, y ahora en este capítulo de mis 37 años”. Esta es la entrevista de Carla Giraldo en la Revista BOCAS.

Un minuto antes de empezar a grabar, cerró los ojos, tomó tres bocanadas de aire y pensó en su esposo y sus dos hijos. Retuvo el aire durante veinte segundos y lo soltó. Abrió de nuevo los ojos y esperó la señal para hablar. Tenía una chaqueta negra de hombreras puntudas, una falda del mismo color, un collar delgado plateado, un reloj en la muñeca izquierda y la mitad de su pelo rubio con ondas recaía sobre su hombro derecho. El día anterior había fallecido su madre. Su corazón latía al doble de su ritmo habitual. La adrenalina la hizo cuestionar por un microsegundo por qué había tomado la decisión de estar ahí. Pero fue solo un pensamiento entre tantos que le llegaron. Recordó lo que había practicado sin parar durante las últimas tres semanas. El calendario marcaba domingo 11 de febrero. “Al aire”, se escuchó al fondo.

La casa de los famosos es un reality traído desde México y adaptado para Colombia, donde diferentes celebridades de los medios y las redes sociales conviven y asumen retos en una especie de infierno sartreano. Carla es la presentadora. Y cuando oyó “al aire” iniciaba una nueva aventura al lado de su compañera de fórmula, Cristina Hurtado, pero ¿qué podía salir mal? Carla Giraldo es un ‘animal televisivo’. Había desaparecido de las pantallas desde hacía algo más de dos años cuando ganó Masterchef Celebrity a finales del 2021, pero ya era hora de volver a su ‘habitat natural’. Su madre adoptiva, María del Rosario ‘Charo’ Quintero, era maquilladora y la llevaba a los sets de grabación; creció entre cables, luces y cámaras, y llamó la atención de directores y miembros de producciones icónicas. Fue la hija de Diana (Alejandra Borrero) en La otra mitad del sol, en 1995. Apenas tenía 9 años y recuerda que siempre tenía química con Borrero porque la veía todos los días en los sets de maquillaje. Era tan extrovertida que, en su conjunto residencial, se presentaba como peluquera y trasquilaba a sus compañeritos de juego. Su primer papel protagónico lo consiguió cuatro años más tarde, en 1999, cuando interpretó a Lolita Rengifo adolescente en Me llaman Lolita, una telenovela escrita por Juan Manuel Cáceres, que cuenta la historia de una niña que se enamora de un hombre mayor, Esteban, interpretado por Marcelo Cezán. Fue un papel estelar que le pavimentó una larga carrera en la pantalla chica.

En abril del año siguiente, ganó el premio TVyNovelas como mejor actriz revelación por ese papel. Tenía 14 años. Para ese momento, decidió escaparse de su casa. Durante varios meses vivió entre casas de amigos o buscaba coincidir tiempos de grabación en el canal RCN para poder comer, bañarse y vestirse. La habían contratado para Francisco, el matemático, una de las series populares del momento. Sin embargo, al cabo de unas semanas, autoridades y miembros del Instituto Colombiano del Bienestar Familiar la encontraron y la trasladaron a un centro de paso a las afueras de Bogotá. Y se escapó de nuevo; quería volver a la producción en la que estaba y recibir su sueldo. Logró emanciparse de sus padres a los 16 años. Fue de mutuo acuerdo y un punto final para la relación directa con ellos. Su adolescencia estuvo marcada por escándalos, algunos fueron reales y otros fueron parte de una ficción delirante creada en buena parte por los medios de comunicación. Fue sex symbol y portada de las revistas SoHo y Playboy. Se convirtió en imagen de varias campañas publicitarias. En el 2004, retornó a la televisión interpretando a Valeria en Enigmas del más allá. Desde ese momento, hasta el 2019, año tras año, apareció en alguna producción colombiana, venezolana o mexicana. En el listado están Juego limpio, La diva, Tiempo final, Verano en Venecia, Decisiones extremas, El clon, La traicionera, Los herederos del monte, La ruta blanca, La Madame, Lynch, Los graduados, Cumbia ninja, Nora, La ley del corazón, Mujeres asesinas, Falsa identidad, Loquito por ti y Las muñecas de la mafia.

La pandemia en el 2020 la pasó con su esposo, Mauricio Fonnegra, un productor y DJ melenudo y buena onda, con el que tiene dos hijos, Adrián y Damián, de 8 y 9 años. A mediados del año siguiente concursó en Masterchef Celebrity y se impuso como la ganadora en una final memorable el 10 de noviembre. Pero fue un trago amargo. Su performance durante el reality fue el pasto para una asombrosa cantidad de personas que –como todo en las redes sociales– se toman la palabra para criticar todo lo que dice una persona y, sobre todo, señalar su físico. La ahogaron. Se refugió dos años con su familia y se dedicó a El Industrial, su café en Cajicá. Se realizó una operación gástrica y no publicaba nada en las redes, hasta que a comienzos de este año la anunciaron como presentadora de un nuevo programa. Y otra vez, en un abrir y cerrar de ojos, se robó el rating con un estilo divertido y sin pelos en la lengua. “La gente está acostumbrada a que la presentación en este país sea un poco acartonada y muy noticiosa, y yo soy más independiente a la hora de presentar. Yo le dije sí a esto porque me gustan los retos y me metí en una vacaloca donde las primeras tres semanas me criticaron durísimo porque esperaban una presentadora tradicional. Pero yo no tenía que ser igual. No me escogieron por ser acartonada. El país me vio crecer, embarrarla, sufrir, llorar, levantarme, con novia, novio, esposo, hijos, y ahora en este capítulo de mis 37 años”.

¿Cómo era usted antes de los 11 años, cuando apareció en un protagónico por primera vez en TV?

Igual a lo que soy hoy: extrovertida y cansona. Estaba siempre en los sets de grabación porque crecí acompañando a mi mamá, que era maquilladora. Siempre molesté, era ácida y divertida.

¿En qué momento se rompió la relación con sus papás?

A los 14 años, cuando me fui de la casa, la relación se rompió por completo.

¿Pero hubo un detonante?

No hubo algo puntual. El detonante era que yo quería hacer cosas que a mi edad no se podían hacer, pero tenía que hacerlas. Tengo unos papás muy sobreprotectores y eso iba contra mi rebeldía y mi libertad. Y prefiero mi libertad antes que andar amarrada; quería una mente y un cuerpo libres. La gente juzgaba y decía: “Es que eso es libertinaje”. Pero no. Yo estaba hablando de libertad. Tomé la decisión de que quería vivir muchas cosas y eran estúpidas. Ahora uno las ve y uno se pregunta: “¿Cómo los papás no la dejaban ir a una fiesta?”. Pues porque no era el momento de la fiesta. Y no era porque quisiera hacer algo en esas fiestas. Yo no iba a tomar o a consumir algo, como lo pensaban. Yo solo quería estar, porque estaba haciendo un programa que se llamaba Francisco, el matemático y todos eran jóvenes, pero viejos, adultos; yo era la única menor de edad. Entonces, ¿cuál era la única forma? Que me fuera de la casa. Así lo hice y no volví.

¿En dónde vivían?

En un apartamento en Bogotá, felices. Y me fui de un momento a otro. Salí por una ventana, tiré mis cosas y me fui con una amiga. Y después a donde otra amiga, y otra y otra. Hasta que decidí poner una denuncia en el Bienestar Familiar porque estaba trabajando y necesitaba mi plata. Terminé encerrada en un lugar del Instituto porque una niña no tenía por qué estar en la calle.

Leí que hubo una imagen que la impactó: una foto suya, buscándola con una frase, ¿por qué?

Una revista decidió poner una portada mía al mes que me había ido. Decía: “Se busca Carla Giraldo, ¿dónde está ‘Lolita’?”. Y yo solo pensaba que estaba acá, viva, presente. A mí lo que me impactó es que nunca preguntaron cómo estaba, sino dónde estaba. No les interesaba si estaba muerta, si comí, si no comí, si la estaba pasando mal. Era una niña que no tenía idea de lo que estaba haciendo. Nunca nadie preguntó. Todo el mundo estaba detrás del amarillismo. Nadie me preguntó ni siquiera algo básico como la razón por la que no quería volver a la casa.

¿Pero nadie se acercó a saber de usted?

Nadie. Ni mis papás, ni mi familia, muy pocos amigos; Diana Ángel, Verónica Orozco, Jacques Toukhmanian, pero de resto, nadie. A muchos no les importaba meterse en un problema con un menor de edad. Ahora que uno ve hacia atrás, uno dice: “juepucha, qué duro es eso para alguien de 14 años”. Pero yo no lo sentí. A mí me sexualizaban mucho en el país. Pero pese a eso, no sufrí ningún tipo de acoso, y en parte fue por mi carácter. Eso se lo agradezco a mis papás.

¿Por qué?

Se lo agradezco a mi mamá y a su temple, y a la forma en la que me criaron con mi papá. Creo que si no hubieran sido tan radicales, tan correctos, tan retrógrados en su pensamiento y su crianza, tantas cascadas para que me portara bien, yo creo que hubiera podido pasar cualquier tipo de cosas que no me pasaron: drogas, alcohol, abusos y demás.

Después la trasladaron a Villa Niña, el sitio del Bienestar Familiar, ¿cuánto duró ahí y qué fue lo que más la impactó?

Duré casi cinco meses. A mí lo que más me impactó fue la realidad de muchas niñas que han sido violadas, violentadas, abusadas, maltratadas de muchas maneras. No es fácil. Lo mío era un paseo en comparación con lo que ellas vivían. Mi mamá me pegaba y era estricta, pero no a ese punto. A mí nadie me tocó o se sobrepasó conmigo. Pero también fue un momento lindo, porque pude aprender que no a todos nos toca igual y lo que para algunos es una tormenta, muchas veces es algo mínimo, mientras que otros viven en un constante aguacero con granizo. Uno piensa que uno tiene la peor vida, pero es todo lo contrario. Yo aprendí a agradecer lo que tenía. Yo era feliz y no me daba cuenta.

Y también de ese lugar se escapó.

Me volé de Villa Niña. Me ofrecí para comprar unas cosas en San Andresito y me dijeron que tenía que ir con alguien y elegí a la niña más grande. Yo sabía lo complejo que iba a ser. Cuando íbamos por las Américas con 68, me bajé, tomé un taxi y me fui. Y desde ahí no la volví a ver.

¿Y para dónde se fue?

Me fui a la casa de otra amiga. Uno de adolescente siempre se va a donde los amigos. Hasta que llegó el día en que un papá dijo que no me podía tener más porque eso podía generarle un problema.

¿Estaba todavía en Francisco, el matemático?

Siempre estuve en Francisco, pero intermitentemente. A mí me sacaron, volvía, me sacaban y volvía. Entre otras cosas, yo me rehusaba a trabajar y que no me llegara la plata por ser menor de edad. Pero esa producción era mi desfogue y mi manera de vivir tranquila. Si yo no trabajaba, sentía que mi vida se estaba acabando.

¿Y qué pasó entonces con la denuncia en el Bienestar Familiar?

Pudimos hablar con mis papás. Nos reunimos al frente de Cici Aquapark. Me firmaron un papel y quedé emancipada a los 16 años.

¿Celebró sus 15 años?

Los 15 años los celebré porque Carolina Acevedo y Roberto Cano decidieron hacerme una fiesta, si no, no lo hubiera hecho. Se los agradezco para toda la vida. Aunque tampoco soy fanática de los cumpleaños. Si los celebro o no me tiene sin mucho cuidado. Sobre todo porque estuve mucho tiempo ‘del timbo al tambo’ y me desacostumbré.

¿Qué fue lo primero que hizo cuando se emancipó?

Nada. Mi vida no cambió, siguió siendo un caos. Porque la vida no cambia de un día para otro ni porque se firme un papel.

¿Sus papás le insistieron en volver?

Jamás. Mis papás y yo somos muy orgullosos, entonces el ego no nos permite rogar. Ellos decían: “Que ella mire a ver cuándo vuelve”. Y yo: “Que ellos me llamen”. Y la llamada nunca ocurrió.

¿Conoció algo de su adopción?

No. Yo siempre supe que era adoptada, pero nunca entramos en detalles porque eso nunca me importó. No tengo un recuerdo o un trauma como esos que se ven en televisión. Nunca tuve bullying por parte de mis primos o familiares, que era el miedo más grande de mi mamá. Al contrario, siempre fui la más consentida de mis abuelos y mis tíos.

¿Cuándo volvió a la televisión?

El primero que me abrió la puerta fue Samuel Duque con Fox Telecolombia y me dio trabajo. Y ahí volví a ser Carla Giraldo. Me dieron un protagónico para volver a empezar. Hice Enigmas del más allá. Agradezco mucho que haya sido de esa forma porque era un proyecto para RCN y para mí era importante volver a mi casa, donde crecí y me formé. En Masterchef también RCN me llamó de forma directa.

Actriz, presentadora y… cantante. ¿Cómo fue esa historia?

Eso fue flor de un día. Hicieron promoción en todas partes. Nadie compró ese disco. Se llamaba Locos de atar y mi sencillo, Explosión de amor. Me pagaron estudios de grabación y los mejores profesores de técnica vocal, pero yo no podía entonar. Entonces, lo hicimos como Milli Vanilli: mi amiga Diana Ángel cantó y yo doblé. Nos presentamos en Maloka, Bima y Mundo Aventura. Yo me hacía en la tarima y Diana cantaba atrás. Lo que entendí es que eso era una de esas cosas que se hacen para intentar forzar una maquinaria detrás y hacer más grandes a los artistas. Pero eso no siempre funciona.

En ese momento, además de la sexualización, se crearon varias historias sobre usted en la radio, en las revistas; era ‘trending topic’ sin redes sociales…

Yo agradezco mucho que no había redes sociales. Según lo que decían de mí, yo estuve embarazada 17 veces, fui drogadicta 200 veces, tuve abortos unas 300 veces… Que se hablara de mí en una revista o en un pasquín cada 15 días era normal. Por eso las redes sociales me impactaron tanto en Masterchef, porque yo no había vivido ese odio directo. Para esa época, yo sabía que aparecía en una revista y a las dos semanas salía otra persona y lo que habían inventado de mí pasaba a un segundo plano. Ahora hay haters por segundo.

Usted salió en las portadas de las revistas SoHo y Playboy…

Yo quería salir en SoHo, pero fue el golpe más duro de mi carrera. Fui, me desnudé y di todo, y la entrevista fue una porquería porque dije muchas estupideces. Tenía 18 años. A todo lo que me preguntaban, exageraba o mentía o decía algo que no tenía qué contar. Y me sexualizaron más porque en la portada decía algo como “la vida sexual de Carla Giraldo”. Yo solo pensaba: “¡Dios mío! ¿Cómo así?”. Es decir, todo lo que mi mamá me inculcó y yo la estoy embarrando de esta manera. Aún me cuestiono en qué momento dije tantas cosas y por qué no pensé más. Era una niña que venía de mil problemas y que solo quería protagonizar algo que no debía protagonizar. Lo peor fue que sacaron cuatro tirajes de mi revista.

¿Y la de Playboy?

Después me llegó la oportunidad de hacer Playboy y acepto con la condición de hacerlo a mi manera. Decidí representar a Alicia en el país de las maravillas para poder contar un cuento. La entrevista era un cuento escrito por una de mis mejores amigas.

Aún hay gente que habla de esas portadas, ¿cómo se blindó ante esa sexualización?

En ese momento me angustió mucho la sexualización que me hicieron. No me angustié tanto cuando era la niña chiquita, en Lolita, con Marcelo Cezán, donde no pasaba nada y era un amor que se idealizó, porque no lo dimensioné. Pero después, yo misma me eché un baldado de agua fría. Fue un error garrafal del que aprendí. No me pasó nada, pero sí sentí que se aprovecharon. Me sentí ultrajada y también me di cuenta de quiénes eran mis verdaderos amigos. Lo que me salvó fue mi carácter.

Otro revuelo nacional fue cuando anunció su noviazgo con otra mujer, algo que hoy no tendría mayor eco, pero que en esa época fue sorpresivo para los medios…

Lo que pasa es que acá la gente no estaba acostumbrada a hablar de la comunidad LGBT. Yo creo que le abrí un paso a mucha gente que no se había atrevido a hacerlo en el medio. Tenía 20 años. Venía de una relación dura, tensa, fea, con un novio que se llamaba Eduardo y me maltrataba, y apareció Natalia (Arroyave) y me trató bien y fue muy respetuosa y amorosa, con una familia divina, una familia que yo no estaba acostumbrada a ver porque yo venía de una familia muy disfuncional. Me enamoré y me di una oportunidad de vida con ella. Estuvimos durante dos años y medio.

¿Ese hombre le pegó?

Sí, y siempre dijo que la culpable era yo. A veces cuando dicen que se denuncie al agresor, desconocen lo que uno vive. No es tan fácil. Las mujeres que hemos sufrido en algún momento ese tipo de agresiones terminamos diciendo que la culpa es nuestra porque hemos sido afectadas psicológicamente. Uno necesita mucho acompañamiento durante años para salir de un mundo en el que está atrapado. Cuando decidí estar con Natalia, la gente se escandalizó. Y yo decía: “¿Pero de qué se escandalizan?” ¿De qué se escandalizaban? ¿De que tuviera una novia y que era alguien que me quería? ¿Por qué no se escandalizaban de que alguien me pegara y que llegara al canal con hematomas y nadie preguntara nada?”. Ahí es cuando uno dice en qué país vivimos: una sociedad en donde el amor es anormal y el maltrato algo normalizado.

¿Cómo logró ponerle punto final a esa relación?

No recuerdo bien. Fue la peor relación que he tenido. Me volé de esa situación. A mí siempre me ha tocado huir de los problemas así, porque como me gusta afrontar tanto los retos, tiendo a quedarme. Pero uno a veces no tiene por qué hacerlo. Me tocó huir y fue la mejor huida de mi vida.

Después llegó una década en la que se le vio en varias producciones, ¿cuál fue la más entrañable?

Nunca he parado de trabajar. La producción más linda que he hecho fue La ruta blanca, que fue para México, y en Colombia para Caracol, pero nunca salió. Fue el personaje más lindo que he interpretado. Era una campesina desplazada por la violencia. Pasar de ser esa gomela barata a ser alguien apegado a la tierra fue algo entrañable.

¿Y cuál ha sido la de mayores retos?

La casa de los famosos. Ha sido mi reto más grande, con más miedos, miles de problemas al comienzo, donde pensé que no íbamos a ver la luz. Tenía estrés sobre todo las dos primeras semanas porque pensaba que no lo estaba haciendo bien. Este proyecto me ha sacado canas, pero al mismo tiempo mucho amor. Es algo que llamé con la mente. Yo soñaba con esto. El trabajo en equipo y el amor hacen que todo prevalezca y todo fluya.

Su esposo y sus hijos han sido su esfera más privada…

Yo los cuido bastante. Conocí a Mauricio (Fonnegra) en una fiesta y me enamoré seriamente. Pero para ese entonces, a mí me salió una novela en Venezuela y a los 15 días me fui. Era por seis meses. Yo decidí entonces viajar cada ocho días a Bogotá a verlo. Y entre esos viajes, al mes y medio quedé embarazada. En el 2014 nació mi primer hijo, y al año siguiente, el segundo. Tenemos una relación feliz. Él es alguien sereno y quien me aterriza.

¿Cómo es su rol de mamá?

Soy una mamá muy estricta y organizada. Soy como mi mamá en muchos aspectos que tanto critiqué. Uno termina siendo un espejo de los padres. Por ejemplo, mis hijos no se quedan fuera de la casa y si quieren invitar a sus amigos, los pueden llevar a nuestra casa. Es un pensamiento que puede ser muy egoísta y paradójico con lo que viví. Lo cierto es que ser mamá es maravilloso, me ha encantado todo el proceso y he sido feliz. Le dediqué tres años completos a cada uno de mis hijos y lo agradezco siempre. Mis hijos, Mauricio y su familia son mi mayor bendición.

¿En algún momento se reencontró con sus papás para hablarles de sus hijos?

No, nuestra relación terminó. No quería que mis hijos conocieran esa relación disfuncional. Siempre los blindé de ellos, así como los blindo de la gente, los medios y las redes sociales.

Habla de bendiciones, ¿usted es religiosa?

Yo oro, creo en la Virgen y en un santo que se llama San Chárbel. Pero en nuestra casa no se ha impuesto ninguna religión. Mis hijos van a ser lo que quieran y decidan ser.

¿Cómo vivieron la pandemia?

Fue tranquila porque vivimos fuera de la ciudad.

Y después entró a Masterchef, ¿qué fue lo mejor y lo peor?

Es uno de los amores de mi vida. Le dije sí porque siempre quise estar ahí. Aprender a cocinar, enamorar a mis hijos a través de un plato, enamorarme de la cocina después de que no sabía nada, aprender a hacer salsas, que era lo que más se me dificultaba, fue lo mejor. Y lo peor, nada. Lo malo es la gente que no entiende el juego y te da duro por jugar.

¿Cuál fue la prueba más difícil?

La primera. Me tocó hacer una bandeja paisa y licué todos los frijoles. Una bestia.

¿Qué hizo con el premio?

Remodelé la cocina de mi casa.

Y se tomó dos años de pausa…

En esos dos años la pasé mal con la ansiedad. Estaba comiendo mucho. Llegué a pesar 95 kilos. Y me operé. Me hice el sleeve gástrico, que fue quitarme un porcentaje de mi estómago, por mi salud, sentirme bien conmigo misma y porque no había ejercicio que valiera. Me tocó empezar desde cero. Reseteé mi vida, espíritu, alma y cuerpo, y volví a empezar.

Si mira hacia su pasado, ¿hay algo que le gustaría modificar?

Le negué muchas veces a mi mamá conocer a sus nietos y no lo puedo modificar porque ella ya no está. Ella nunca los conoció.

¿Cómo fue ese reencuentro con su mamá? ¿La perdonó?

Las dos nos perdonamos. A lo último nos reencontramos por su enfermedad y sus cosas. Y nos alcanzamos a despedir.

¿Cómo ha afrontado el duelo?

La verdad, no lo he vivido. Mi mamá falleció y al otro día estrené La casa de los famosos. La gente me señaló por eso. Pero tenía una responsabilidad, y ella estaría muy feliz de que yo no abandonara lo que sabía hacer. Eso me lo dijo. El duelo lo viviré en algún momento. Por ahora, ahí voy, día a día.

¿Para usted qué es la resiliencia?

Yo creo que toda mi vida. Es tener la capacidad de levantarse y transformarse, y de no dejarse caer. La vida no es fácil para nadie. Cada uno tiene sus propios problemas. El éxito de la vida es no dejarse apabullar.

Esta entrevista fue realizada por David Alejandro López Bermúdez, periodista de EL TIEMPO. En redes: @lopez03david.

Fotos de Hernán Puentes.

Edición #138 abril - mayo 2024

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