'LA HABITACIóN DE AL LADO' GANA EL LEóN DE ORO: UNAS SOBERBIAS JULIANNE MOORE Y TILDA SWINTON AúPAN A ALMODóVAR

“Hay muchas maneras de vivir dentro de una tragedia”, dice uno de los personajes de La habitación de al lado, película número 23 de Pedro Almodóvar y su primer largometraje rodado en inglés, que ha ganado el León de Oro del Festival de Venecia.

Es una afirmación que no lleva a engaño. Estamos a punto de adentrarnos en la mayor tragedia de todas: la que acompaña a la muerte. Aunque a quien haya leído la novela que adapta La habitación de al lado no le pillará de nuevas.

Cuál es tu tormento, de Sigrid Nunez, cuenta en primera persona y echando mano de la corriente de pensamiento los meses que la narradora pasa acompañando a una amiga, enferma de un cáncer terminal, hasta su muerte. De hecho, la novela se titula así por una frase de Simone Weil: “¿Cuál es tu tormento? Ser capaz de formularse esta pregunta es el sentido real del amor al prójimo”.

En La habitación de al lado, Almodóvar toma esta pregunta como punto de partida. Tras unos créditos más discretos de lo habitual, nos presenta a Ingrid en una librería neoyorquina (y no una cualquiera, en Rizzoli) firmando su último libro, On Sudden Deaths, precisamente una reflexión sobre su miedo a la muerte. Ante esa primera escena, la música, los filtros de color de los créditos, la librería neoyorquina y Julianne Moore, uno tiene por un segundo la duda de si ha entrado a ver una película de Woody Allen, una de las buenas, de las que rodaba en Manhattan.

Pero no. Los colores del vestuario nos devuelven al cine de Almodóvar y nos embarga cierta felicidad al pensar que estamos a punto de pasear por Nueva York a través de los ojos del manchego, una expectativa que dura poco. La habitación de al lado es una película de habitaciones. Una película de conversaciones en cuartos de hospital, apartamentos minuciosamente decorados, interiores con esa dirección de arte maravillosamente almodovariana, pero interiores al fin y al cabo. A veces se echa en falta una mirada al exterior, hasta que llega esa imagen soberbia, hermosísima, tomada de la novela en la que caen copos de nieve rosa a través de la ventana del hospital.

Pero nos estamos adelantando. Ingrid visita a su amiga Martha, exreportera de guerra, en el hospital donde recibe un tratamiento experimental. En un retrato bastante certero de la amistad femenina, nada más reencontrarse se están contando sus vidas. La habitación de al lado es, como decíamos, una película sobre dos mujeres que hablan.

"Tres o cuatro mujeres hablando significan para mí el origen de la vida, pero también el origen de la ficción y de la narración", decía Almodóvar a propósito de Todo sobre mi madre, película con la que La habitación de al lado podría formar una buena sesión doble.

De la muerte, de la maternidad, de sexo, de sus trabajos. Por la limitación, por la ausencia de humor y por el tema, podría resultar claustrofóbico... Pero no lo es, gracias sobre todo a las soberbias interpretaciones de Tilda Swinton y Julianne Moore. La primera borda la desesperación, la incertidumbre, la rabia, la angustia del moribundo. La segunda inyecta grandes dosis de ternura y dulzura en su acompañamiento tranquilo, haciendo mucho más llevadera la espera.

Los recuerdos de Martha dan pie a unos flashbacks y al melodrama más desaforado. Vicky Luengo interpreta un papel en uno de ellos, corriendo por un campo americano con ecos a Christina´s World, de Andrew Wyeth, e interpretando un papel de una intensidad y un dramatismo casi imposible de desarrollar en una escena tan corta. Y hay que decir que sale bastante airosa del experimento.

Almodóvar retoma uno de sus temas recurrentes desde los tiempos de Tacones lejanos: la complejidad de las relaciones maternofiliales. Aquí es Martha la que no se habla con su hija, nunca se han entendido, prácticamente no la siente como suya, una experiencia sacada de la novela (“Supongo que eso es lo que pasa cuando traes al mundo a un monstruo”, llega a decir el personaje en un momento) pero tamizada por el director.

Esta relación conflictiva con la maternidad encuentra un eco en el discurso antinatalista del examante de estas dos amigas, interpretado por un magnífico John Turturro en la línea de su taciturno personaje en The Night Of, aquí un conferenciante cuya concienciación con el cambio climático y la ultraderecha le llevan a desaconsejar a su hijo que le dé un tercer nieto.

Pero La habitación de al lado no es una película sobre la vida, aunque tantas películas de Almodóvar lo sean. Si acaso, sobre los últimos días antes de morir y cómo rellenarlos cuando “todos los placeres se han reducido”, dice el personaje de Tilda Swinton.

Cuando falta el apetito, no apetece despedirse de nadie y solo encuentras reconfortantes las películas de John Huston o Buster Keaton. Es una película sobre la muerte en su faceta más prosaica y cotidiana, sobre el miedo a morir, sobre el miedo a morir solo (como un personaje de un cuadro de Hopper, pintor al que la película referencia en más de una ocasión) y sobre el derecho a morir, sobre la eutanasia, aspecto en el que Almodóvar profundiza más que la novela confiriéndole al último acto de la película un tono de thriller que termina, tristemente, demasiado pronto.

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